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LOS SUEÑOS

¿Quién de nosotros no ha soñado alguna vez? ¿Quién no se ha despertado intrigado, asustado, relajado o esperanzado tras la vivencia onírica?

Independientemente de lo que pensemos acerca de qué son los sueños en realidad y cómo se forman, los sueños pueden ser muy útiles en terapia por el mensaje que nos hacen llegar. A lo largo de la historia y desde diferentes culturas, los sueños se han considerado valiosas fuentes de información y conocimiento.

No se trata de coger un manual estándar que nos indique que soñar tal cosa significa tal otra. En el Centro de Terapia Psicológica Kairós creemos que un sueño aporta una información concreta a una persona concreta. Mediante el conocimiento de la persona y a través de un diálogo terapéutico, podemos encontrar el significado que el consultante le da al sueño. Qué le aporta en su contexto vital o en su momento presente, quién aparece y quién no, qué simboliza cada situación… Traducimos la fantasía del sueño, su lenguaje metafórico, en una historia que tiene sentido para la persona y que puede ayudarle en su proceso de terapia.

Soñar es una actividad que hacemos todas las personas cada noche, seamos más conscientes o menos de nuestros sueños. Es un recurso natural y espontáneo que podemos aprovechar para conocernos mejor y para resolver situaciones de nuestra vida.

¿Cuál es el último sueño que recuerdas?

COEFICIENTE INTELECTUAL vs. INTELIGENCIA EMOCIONAL

¿Por qué el alumno más listo de la clase probablemente no será el que tendrá más éxito? ¿Por qué algunas personas siguen mostrándose optimistas cuando afrontan problemas que hundirían a una persona menos positiva? En pocas palabras, ¿qué cualidades de la mente determinan el éxito?

Hoy en día los investigadores tienden a aceptar que el Coeficiente Intelectual (CI) cuenta con un 20% del rendimiento de las personas, el otro 80% depende de múltiples factores entre los que encontramos la inteligencia emocional.

Pero, ¿qué es la inteligencia emocional? Es aquella parte de la inteligencia que nos da la capacidad de reconocer y controlar los sentimientos y emociones propios, de discriminar entre ellos y utilizar la información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones. Nos da la capacidad de motivarnos y persistir ante las decepciones, de controlar los impulsos, regular el humor y evitar que los problemas afecten a nuestra capacidad de pensar.

Mientras que cada vez las generaciones de niños y niñas parecen ser más inteligentes según su CI, su capacidad emocional y social disminuye vertiginosamente. Este hecho es debido a la distinción más importante entre estos dos tipos de inteligencia, y es que la inteligencia emocional no lleva una carga genética marcada, sino que se ha de aprender y mejorar a lo largo de la vida y, por tanto, tenemos que poder enseñarla.

Para poder lograr el éxito en su plenitud necesitamos, pues, de un buen coeficiente intelectual acompañado de una buena educación emocional. Desde el Centro de Terapia Psicológica Kairós creemos que es un factor muy importante y, por tanto, si lo necesita puede contactar con nosotros donde le ayudaremos a trabajar y potenciar estas cualidades más emocionales, a menudo olvidadas.

¡LA VUELTA DE VACACIONES!

¿Os acordáis de aquellas noches de verano y aquellos días de playa? Parece que haga mucho que hayamos vuelto de vacaciones, pero ciertamente hace muy poco y creemos que son unos buenos días para replantear qué ritmo queremos llevar este año. Con esta entrada queremos exponer algunos consejos para que la vuelta a la rutina no sea tan pesada y mantengamos una buena calidad de vida que nos permita llegar a final de curso sin sobrecarga laboral ni con un alto nivel de estrés. El ritmo acelerado y frenético que nos empuja día a día es totalmente descompensado con la desconexión e inactividad que muchos practican durante los días de verano.

  1. Dedicar tiempo a lo que nos gusta y satisface. Es importante hacer encajar en nuestro horario semanal actividades agradables que nos reconforten. Momentos para uno mismo (danza, música, lectura, cine, caminatas …) y momentos compartidos con los amigos y familia (excursiones, comidas, cenas, salidas al aire libre, conciertos, etc.). Trabajar y volver a la rutina no implica que no puedan haber momentos de desconexión y placer. Mentalmente saber que después de las obligaciones rutinarias nos espera algo reforzante, hace que tengamos una mejor disposición al trabajo (y / o estudios), un mejor estado de ánimo y actitud hacia uno mismo y hacia los demás.
  2. Cuidarnos: comer bien y hacer ejercicio. Con esto nos referimos a cuidar nuestro cuerpo. Mantener un buen nivel de actividad (evitando así tendencias sedentarias) y hacer una buena dieta. Comer equilibrado adecuado a nuestro metabolismo y nivel de ejercicio realizado es muy positivo para nuestro organismo. Pensamos, sentimos y descansamos mejor.
  3. Crear una rutina y descansar. Tan importante es mantener el cuerpo activo, como proporcionarle momentos para que repose y se recargue. Dormir suficiente, incluir siestas (si es posible) y mantener unos horarios estables. Las rutinas nos transmiten seguridad y autoconfianza, pues podemos prever y controlar lo cercano de lo que seremos partícipes.
  4. Estar conectado con el presente. Estar pensando constantemente con el pasado nos atrae a estados melancólicos, y estar centrados en el futuro, puede llevarnos a estados de angustia. Recomendamos disfrutar del momento que está sucediendo.
  5. Objetivos concretos y asequibles. Los objetivos mantienen viva la motivación intrínseca, de uno mismo. Es bueno proponerse pequeños retos y metas, siempre procurando que la distancia para conseguirlos no nos dé sensación de imposibilidad. Ir consiguiendo nuevos propósitos nos mantiene satisfechos y realizados. Recordemos que los objetivos pueden crearse en cualquiera de los ámbitos vitales: en el trabajo, con la familia, de salud, económicos, con los amigos y con uno mismo.

Desde el Centro de Terapia Psicológica Kairós, le invitamos a que dedique un rato a reflexionar qué aspectos de los que hemos comentado están siendo descuidados y hacerse cargo de su bienestar. Como siempre, estamos cerca de vosotros por si podemos ayudaros a gestionar cualquier conflicto o bloqueo a nivel individual, de pareja o familiar.

¡Buen curso a todos!

DEPRESIÓN POSTPARTO

 La depresión postparto es una depresión sufrida poco después de haber tenido un hijo, normalmente durante el primer mes posterior, a pesar de que se considera depresión postparto hasta los 3 meses después de haber parido. Se trata de un tipo de depresión frecuente que la padece una de cada diez madres.

Aunque las causas concretas no acaban de quedar claras parece que, probablemente, los cambios hormonales que tienen lugar en el embarazo y el postparto añadido a situaciones del entorno de la madre (poco apoyo de la pareja, poco apoyo de la familia , bebé prematuro) y de ella misma (tipo de lactancia no decidida por ella, mala experiencia del parto) pueden iniciar o exacerbar la sintomatología depresiva.

Se sabe también que el cúmulo de circunstancias fisiológicas después del parto, como son la falta de sueño y el agotamiento, alteraciones tiroideas y anemia pueden repercutir en el estado de ánimo de la madre.

Por otra parte, desde un punto de vista sociológico, la idea preestablecida de una maternidad idealizada y la presión social actual en el mundo occidental hace que las mujeres se puedan sentir estigmatizadas y no sean capaces de afrontar lo que sienten o piensan y pedir ayuda.

Los síntomas son los comunes de una depresión, ánimo triste, fatiga, falta de interés y dificultades para disfrutar de las cosas, pensamientos negativos y en los casos más graves pensamientos sobre la muerte. Como síntoma específico hay que saber que hay madres que debido a la tristeza que presentan y los sentimientos negativos y pesimistas pueden presentar sentimientos de rechazo hacia su hijo dificultando así el vínculo con el bebé y su correcto desarrollo psicomotor los primeros meses de vida .

El tratamiento más adecuado es psicofarmacológico y psicológico. Por un lado, si el caso es moderado o grave, debe iniciar tratamiento con fármacos antidepresivos e iniciar terapia psicológica con el objetivo de mejorar la sintomatología y así lograr un mejor vínculo madre- bebé.

Se trata de un trastorno grave ya que afecta a la madre que lo sufre y la relación temprana con su hijo. Debido al estigma que existe para la significación de la maternidad en nuestra sociedad es importante concienciarnos de la existencia de este trastorno para así detectar precozmente y ayudar a las madres que lo sufren.

 Si estás buscando un centro de terapia psicológica en Barcelona para tratar este tema u otros relacionados, a Kairós encontrarás profesionales centrados en ti.

LA ANSIEDAD

¿Quién no ha sentido alguna vez la boca seca o las manos temblorosas? ¿Recuerdas la última vez que te dolía la tripa o la boca del estómago? ¿O que parecía que el corazón se te saldría del pecho, bombeando rápido y fuerte?

Todas estas reacciones del cuerpo son manifestaciones de nerviosismo y ansiedad, y su origen se remonta a los homínidos, de los cuales evolucionamos. Y es que estas reacciones preparan al cuerpo, al individuo, para una reacción inminente ante un peligro o amenaza. Nos predisponen para el ataque o la huida. Por ejemplo, la taquicardia provee de más sangre, y más rápidamente, al cuerpo, para un ejercicio físico intenso; o el dolor de barriga se debe a movimientos intestinales para evacuar su contenido, pesar menos, y ser más veloces.

Hoy en día el ser humano no se enfrenta  a estas situaciones, y resuelve sus conflictos, generalmente, mediante el diálogo y la relación, pero este resorte, este mecanismo, se activa igualmente al sentir amenazada nuestra integridad psicológica o emocional. Y podemos experimentarlo ante un peligro real o frente a nuestra creencia de que algo puede suceder, aunque no esté sucediendo.

Es bueno que exista, es bueno prepararse para la acción, estar atentos y listos… pero este mecanismo puede perder su utilidad, su funcionalidad, cuando se activa muy a menudo y/o muy intensamente, por ejemplo en una época de mucho estrés, crisis personal o dificultades con la pareja o la familia. Puede suceder entonces que este disparador se desregula, y aunque superemos, resolvamos o deje de existir el conflicto que lo activaba, siga activándose de forma automática, y vivamos con una sensación de intranquilidad, o miedo, de forma continua. Y para nada.

Hay varios cuadros clínicos que se deben a este desequilibrio, como la ansiedad generalizada o el estrés post traumático…

Es algo muy desagradable y desconcertante, estar nervioso sin saber porqué, o con una idea muy vaga, día tras días… Además de que podemos pensar negativamente de nosotros mismos, cómo si no pudiésemos resolver las cosas o no valiéramos, o nos hubiéramos quedado anclados en algo.

Si crees que te sucede algo similar, o que alguna sensación te acompaña desde hace demasiado tiempo y te genera malestar, en el centro de terapia psicológica Kairós podemos ayudarte.

Veremos qué sucede o sucedió, qué conflicto hay, y te acompañaremos en la búsqueda de la mejor solución para tu momento, y para que puedas seguir adelante con tu vida y tus proyectos.

JUNTOS O SEPARADOS, ¡SEGUIMOS SIENDO PADRES!

La separación en una pareja es una decisión muy difícil y delicada, que a menudo hace que se postergue, pese mantenerse unidos, sea contraproducente para cada una de las partes. Separarse es doloroso ya que supone un gran cambio: establecer nuevas rutinas, deshabituarse a la presencia y apoyo del otro, convivir con la soledad, despedirse del proyecto vital en conjunto y dibujar otro nuevo. Además, frecuentemente, se han de gestionar conflictos con la persona que tanto has querido y que, seguramente, aún amas. Pero, ¿qué ocurre cuando hay hijos entre medio?

 Pues, cuando hay hijos entre medio, la toma de decisión se complica aún más y puede ser un factor bloqueador basado en la idea de que es mejor preservar el núcleo familiar que exponer a tus propios hijos a una situación tan angustiosa. Entendemos que si esto ocurre, estamos basando la decisión en la sobreprotección más que en una protección real por el bienestar de nuestros hijos. Estamos evitando que se expongan a corto plazo a una situación desagradable, en cuanto a largo plazo pueda ser más beneficioso para todos y muy probablemente el momento presente tampoco les es reconfortante. Las criaturas se dan cuenta de lo que ocurre en sus hogares, palpan la tensión, si no es que escuchan y presencian discusiones y gritos, sufren -cada uno de manera diferente- si sus padres sufren. No es una decisión fácil, y por eso siempre recomendamos que se valore cuál es la calidad óptima que como padres les puede ofrecer.

Sea estando juntos o separados, no hay que olvidar que no sois exclusivamente pareja, sino que sois padres. Esto implica que estando separados -y, a pesar de las dificultades que todo esto comportase debe velar para establecer una buena comunicación y así tratar los temas más relevantes ante su educación. Tenéis que intentar establecer los criterios que regirán el crecimiento de vuestros hijos. Hablar de los límites, preocupaciones, de las dificultades, los problemas detectados en ellos, de cómo los afrontareis. Esto no significa que tengáis que hacerlo de manera idéntica, pues cada uno tendrá su propi estilo, pero sí que los hijos reciban un mensaje claro y uniforme. Procurar, por su bienestar, dejar los conflictos post-conyugales en un segundo plano y facilitar su desarrollo velando el respeto mutuo de vuestros hijos hacia cada uno de vosotros. Ellos tratarán de conseguir cosas diferentes, pero la visión que deben tener es que sois un EQUIPO DE PADRES, a pesar de las desavenencias que como pareja tuvisteis.

Si en este periodo de adaptación, pensáis que necesitáis la ayuda de profesionales que permitan mediar, analizar y ayudarles a ustedes y a sus hijos, en habilidades comunicativas más asertivas o de afrontamiento en cómo hacer de “equipo de padres” durante la separación, ¡a Kairós los encontrarás!

LA PSIQUIATRÍA: ROMPAMOS PREJUICIOS

Generalmente la psiquiatría se define como la rama de la medicina dedicada al estudio de los trastornos mentales con el objetivo de prevenir, evaluar, diagnosticar, tratar y rehabilitar a las personas con trastorno mental y asegurar la autonomía y la adaptación del individuo a las condiciones de su existencia.

Todos sabemos, sin embargo, que la historia de la psiquiatría no ha sido igual a las de las otras ramas de la medicina, siendo por ello criticada y admirada por partes iguales. Todos los ámbitos de la sociedad han criticado el papel del psiquiatra. Así pues, la psicología le ha acusado de negligente en el estudio de la mente, considerando que en demasiadas ocasiones se ha caído en demasiada facilidad en tratar la mente con medicación o dando explicaciones a problemas cotidianos a través de un diagnóstico médico. La sociología ha señalado sus efectos discriminadores y estigmatizadores a lo largo de la historia, pues aún hoy en día las etiquetas diagnósticas se cargan en la esencia de la persona, marcando a menudo su identidad y como los demás lo ven. Además, ideología y política también han opinado siempre del papel de la psiquiatría en la sociedad y han puesto en duda a lo largo de la historia su papel principal, que no debía ser otro que el de mejorar la calidad de vida de personas con dificultades tanto a nivel del pensamiento, las emociones o la conducta. Pero es que incluida la propia medicina ha considerado a la psiquiatría una especialidad rezagada e inaccesible y la biología no ha ayudado a buscar explicaciones como en otras disciplinas médicas. No tenemos respuestas a través de exploraciones complementarias, sólo tenemos la exploración clínica y la experiencia. En la medicina actual, tanto vinculada a los análisis de sangre y las pruebas de imagen, es difícil de entender que aún se pueda examinar y tratar sólo con la clínica. La obsesión por la demostración científica queda limitada en aspectos de la mente.

Además, actualmente, nos encontramos con las dificultades sociales de entender emociones como la tristeza, emociones normales en el hombre, que deben existir. Las personas del mundo occidental hemos perdido la capacidad de sufrir dolor emocional, pensando que se trata de pensamiento o emociones erróneos que un médico debe solucionar.

Con todo ello, se puede entender la gran contradicción que puede existir para alguien cuando se le dice que sería bueno que fuera al psiquiatra. Lo primero que se plantea esta persona es que ella no está loca, o pensará que no tiene sentido ir, porque ‘no cree en los psiquiatras’. Por un lado, no es cuestión de creer o no, nos falta mucho por saber, el cerebro es el órgano más complicado, pero ya sabemos cosas, hemos avanzado, los psiquiatras podemos ayudar y así lo ha demostrado la ciencia. Por otra parte, se debe romper con el estigma de la locura, no existen locos, existen personas que perciben su realidad de otras maneras, y esto no quiere decir que no puedan llevar la vida que ellas quieran.

Por todo ello, pues, el objetivo de la psiquiatría no debe ser otro que acompañar a la persona que lo necesita poder mejorar su calidad de vida con el fin de poder llevar la vida que quiera a cualquier nivel, tanto personal como profesional, más allá de una pastilla, más allá de un diagnóstico.

La atención psiquiátrica ofrecida desde Kairós, contempla la complejidad del ser humano e intenta ajustar el tratamiento al máximo a cada uno, teniendo siempre en cuenta los recursos y fortalezas del paciente.

LA TRISTEZA

Os quisiéramos hablar sobre una emoción poco deseada porque nos hace estar en un estado desagradable, desanimado pero que es igual de importante que el resto de ellas: la tristeza.

Todas las emociones, tanto las positivas como las negativas, tienen una función porque son indicadores. Indicadores para uno mismo y para los demás, pues tienen funciones adaptativas y sociales. La función adaptativa hace referencia a la preparación de nuestro organismo, o sea, reconocer que estamos de una manera para poder poner en marcha una conducta compensatoria que nos permita mantenerla o hacer algo al respeto. A la vez, la expresión emocional (social) permite comunicar al resto cómo estamos y qué nos hace falta. Los otros pueden detectar qué necesitamos, siempre y cuando no reprimamos la expresión emocional, permitiendo así encontrar el apoyo en nuestra red social.

Tal y como dice Jan Anguita, la diferencia de la tristeza con el resto de sensaciones negativas con las que convivimos es la incertidumbre de qué nos quiere indicar. Nos hace sufrir porque no sabemos qué es. Tener hambre no es agradable pero sabemos cómo superarlo, o bien, cuando estamos muy fatigados y tenemos sueño, sabemos que cuando cojamos la cama y podamos dormir, esta sensación tan negativa y desagradable erradicará. ¿Pero qué nos indica la tristeza? Según este autor, y nosotros lo compartimos, nos indica que nos falta amor.

Y ahora os preguntaréis, ¿cómo puede ser que que nos falte amor sea algo útil, adaptativo o que hagamos de aceptar? Imaginaros que se nos muere un ser querido o nos sentimos tristes porque hemos discutido con nuestro mejor amigo. Sin la emoción de la tristeza, pasaríamos por la vida sin que nada nos importara. Tal como dice el poeta y escritor Mario Benedetti, “nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza”. La tristeza nos recoge a nosotros mismos, nos permite razonar con más claridad pudiendo así elaborar un duelo, reconociendo y aceptando que no hemos actuado bien y pedir perdón, así como entender que algo no nos hace suficiente bien y tomar decisiones como dejar a la pareja. La tristeza nos transporta a un estado analítico profundo y podemos pensar mejor, permitiendo en un futuro poder llegar a un estado de ánimo más positivo y feliz.

Por otro lado, aceptar no significa que tengamos que perpetuar-nos en este estado, sino entender por qué nos sentimos así y darle un nuevo significado a lo que podemos hacer. Detectar qué nos indica. La emoción tiene que ser funcional pero no patologizarla cronificándola. Es decir, permitirnos un tiempo de reflexión, de elaboración, de aceptación, de reencuentro con uno mismo de qué es lo que uno quiere, lo que no quiere y entender cómo prefiere uno vivir. Es en este punto donde la persona tiene que hacer cosas para suplir aquello que le falta: el amor. No buscándolo desesperadamente en el exterior ni en los demás, sino en uno mismo. Si nos falta amor, nosotros mismos podemos dárnoslo: cuidándonos y entendiendo la complejidad de estados por los cuales podemos pasar, sin caer en una desesperación o indefensión.

Desde Kairós, os podemos acompañar en este proceso individual de indagación de la propia emoción y enseñar técnicas para elaborar su significado para no quedarse atrapado en un malestar sin captar su funcionalidad.

LA ADOLESCENCIA

La palabra adolescencia deriva del latín adolescere, que significa crecer. Por tanto, el adolescente, el adolescens, es el que está creciendo.

Y precisamente eso es lo que hacen nuestras hijas e hijos cuando dejan atrás la niñez, y entran en la adolescencia. Están creciendo, con todo lo que ello implica.

Sus cuerpos cambian con la llegada de la pubertad: niños y niñas comienzan a  desarrollar aquellas características físicas que poseemos los adultos. Y de la mano de estos cambios visibles, las hormonas se despiertan, y aparece un nuevo interés por el cuerpo propio, y por el del otro sexo, que empuja a chicas y chicos a sus primeros contactos eróticos o sexuales, solos o acompañados.

Y también cambia su identidad; de hecho es el cambio más importante, y que en ocasiones trae de cabeza a los padres, y a los propios jóvenes.

Y es que el adolescente vive un auténtica revolución: todo o casi todo lo que antes servía, pasa a ser cuestionado o directamente rechazado. Aquellas cosas que antes disfrutaba, las cosas que prefería, las relaciones que cuidaba o valoraba, dejan de ser tan importantes y se cuestionan. ¿Por qué sucede esto? A medida que se desarrollan como personas, su deseo y necesidad de ser individuos únicos y propios les lleva a no aceptar lo dado, lo que venía siendo, como la única opción. Por eso cuestionan, desobedecen, o hacen cosas que nunca habían hecho, que ni imaginábamos posibles (desafíos a las normas, tabaco, no ir a clase, nuevas aficiones…). No aceptar lo de siempre, implica buscar nuevos paradigmas, es decir, poner cierta distancia con papá y mamá, que dejan de ser los principales referentes, y explorar otras identificaciones, como son los amigos (los iguales) o ciertos estereotipos sociales.

Como toda revolución, hay una transformación, que culmina en un nuevo orden, en una nueva organización, o en un modo diferente de funcionar. Este camino a veces no es fácil. Hay momentos de mucha incertidumbre e inseguridad, de cambio y transición, de contradicción, de lucha contra uno mismo y contra el exterior… Cada adolescente hace su proceso y puede vivirlo con más o menos emotividad. Pero hay que estar atento a que el proceso se produzca, porque de lo contrario, la persona no estaría creciendo, no estaría siguiendo el desarrollo natural de un adolescente. Si no se hace un individuo propio y diferente de los padres, si no hay una transformación, esto puede suceder cuando sea un adulto, y tener consecuencias poco deseables.

El protagonista es el joven, pero en la función no podemos olvidar a los padres. Mamá y papá tiene un papel esencial, y es el de ser apoyos en ese proceso de cambio. Muchas veces, como padres, no aprobamos lo que nuestras adolescentes hacen, o tememos lo que les puede pasar si deciden tal cosa u otra, y hay quién opta por la vía de la norma y la prohibición. Y está bien poner límites, siempre que nos guíe la voluntad de proteger y enseñar, y no la imposición y el inmovilismo. Es difícil pretender que las normas que antes funcionaban lo sigan haciendo, y corremos el riesgo de ahogar el proceso de “hacerse individuo” que está viviendo el joven si no cedemos en algunas cosas. El equilibrio ideal se obtendría entre el límite y la comprensión, entre proteger y dejar errar al joven para que aprenda y se responsabilice.

En momentos en que estemos nerviosos o preocupados, es útil recordar que nosotros también vivimos la adolescencia, y que gracias a esa etapa hoy estamos aquí, pero desde el otro lado.

Des del Centro de Terapia Psicológica Kairós, podemos dar el soporte necesario al joven, a los padres, o a toda la familia en conjunto, para que esta importante etapa de la vida se transite de la mejor forma posible.

“ME QUIERO PORQUE EXISTO”

La conciencia es constitutiva del ser humano, pero esta conciencia en las fases más iniciales de nuestra vida no es posible. El bebé cuando nace no es consciente del mundo donde está ni se reconoce a sí mismo para saber y pedir qué es lo que necesita. Es por eso que en estas fases tan tempranas es esencial la mirada del otro para nuestra supervivencia.

De la calidad de esa mirada “ajena” va a depender la mirada propia pues, al fin y al cabo, hemos sido constituidos por la mirada de los otros. La mirada de la madre y del padre te legitima, te reconoce, te quiere, te da permiso para ser… Esta estima “ajena” será la base de nuestro propio conocimiento y consciencia, y de ésa dependerá nuestra auto-estima.

Popularmente, la autoestima se sostiene por la valoración que nos hacemos de nosotros mismos. Y esta visión fragiliza el propio concepto. Intento explicarme mejor. Una valoración está en función de los valores que das y los valores son variables. Esto sitúa tu autoestima (tu propia estima) en un sitio peligroso, pues variará según estos valores-criterio cambien. Imaginémonos que lo que más valoramos de nosotros mismos es la capacidad de persistencia ante las adversidades. ¿Qué ocurrirá con nuestro propio amor el día que estemos fatigados, aburridos o cansados y no podamos persistir en una tarea? ¿Vas a quererte menos? ¿O qué ocurrirá en el caso que nuestra estima se base en la valoración de los otros? ¿No cumplo sus expectativas; creo no ser tan inteligente como la otra persona? Si el amor a nosotros mismos se basa en valoraciones, nos estamos vendiendo a las leyes del mercado. Nuestro reconocimiento no debe basarse en nuestros méritos, logros, en eso que podemos hacer porque nos distancia de nuestro SER. La autoestima, tal y como dice su nombre debe basarse en la estima: el amor y si es estima tiene que ser estable. Así pues, podríamos traducir autoestima como “autoamor”.

Desde esta nueva visión, la del amor, nuestra propia estima está siempre con nosotros, permaneciendo pese las circunstancias, cualidades y defectos. La autoestima está relacionada con dos conceptos: la autoimagen (concepto que se tiene de sí mismo) y autoaceptación (reconocimiento de las cualidades y defectos). Nos aceptamos sin condiciones, igual que si amamos a alguien.  Así, tener una autoestima implica querernos bien, tener cuidado de nosotros mismos; comprendernos para aprender de nuestros errores; poder ser auténticos por el hecho de ser y existir; podemos reconocer lo que hay y ser humildes.

Como una madre diría a su hijo, lo mismo tenemos que decirnos a nosotros mismos: “me quiero, porque existo” –sin añadir más condiciones.

LAS RELACIONES HUMANAS

Las relaciones humanas son enormemente ricas: en bienestar y en sufrimiento. Cuánto nos ha alegrado una tarde con un amigo, cuán especiales nos hemos sentido gracias a nuestra pareja, o tan valorados por un compañero de trabajo. Y a la vez, cuánta duda, inseguridad, rabia o malestar nos ha creado el contacto, el roce, la relación, con esas mismas personas u otras.

Y cuando esto nos sucede, cuando algo nos impacta, por bien o por mal, cuando nos eleva o nos hunde, es bueno decirlo; es bueno decírselo a la otra persona; compartir.

Es de bien nacidos, ser agradecidos. Así reza este antiguo refrán, y apunta precisamente a sentarse con esas personas que nos aportan felicidad, y poder reconocerlo y agradecerlo, delante de ellos, con ellos, para ellos, y para nosotros. Fortalece la relación, suma un granito de arena. Quizá no estamos acostumbrados a hacerlo, pero es un ejercicio muy saludable, y que redunda en nuestro desarrollo personal.  Y cuando un episodio no ha sido agradable, aún suma un granito de arena más grande poderlo decir. Porque algo ha quedado fracturado para nosotros, ya sea la relacióno nuestra integridad psicológica o emocional.

Claro que cuesta mucho más. Requiere más valor. Algo ha sucedido, y nosotros hemos construido una historia sobre ese algo, un texto en el que seguramente nos describimos como heridos, tratados injustamente, o no suficientemente valorados o premiados. Esta construcción sólo puede llevarnos al resentimiento, a la rabia y a la lejanía. Es lo fácil. Y gran parte de esa historia tiene más que ver con nosotros y nuestras experiencias pasadas, que con el presente sucedido y el otro.

Pues aquí se propone aceptar esas primeras reacciones que tenemos de rechazo e intentar trascenderlas; es decir, pensar y sentir que esto no trata sólo de mí, sino también de la otra persona. Y que por tanto, mi verdad no tiene por qué ser la única o la válida, ni la solución hasta el momento, la definitiva para todos.

Y así nos acercamos al otro, con la intención de sanar nuestra posible herida o la suya, o la del vínculo que nos une. Y en serio, aún no conocemos a nadie que no haya salido mejor de lo que entró a esa conversación.

¿Qué nos frena pues, a dar este paso adelante y acercarnos, que promete bienestar y normalidad? A veces el freno es no reconocer delante de otro que nos hemos sentido débiles o vulnerables. Otras, nos detiene el miedo que nos da que la otra persona no piense igual, o no nos lo ponga fácil. También, seamos sinceros, puede no gustarnos reconocerque nos hemos equivocado o hemos sido egoístas; inútil orgullo para esta situación.

Todas estas trabas pueden sobrellevarse si creemos que el resultado de encontrarse con el otro, va a ser mejor que nuestra posición pasiva, enfadada o resentida. Si nos importa la otra persona y la relación que compartimos, es natural luchar por ello.

Aceptando que el trato con otros es tan rico, podemos pensar que es un camino de aprendizaje, que nos brinda valiosas lecciones sobre cómo son las cosas, y sobretodo, cómo somos cada uno. Quién está delante nos hace de espejo, devolviéndonos imágenes cercanas o bien desconocidas de nosotros, que si aceptamos por igual, nos permitirán conocernos más y crecer. Por no hablar de desarrollar la sana capacidad, pero a menudo olvidada… de perdonar y dejar ir…

En el centro de terapia psicológica Kairós queremos ayudarte a que disfrutes la alegría de tus relaciones y también a que encares y resuelvas los conflictos con los demás desde una nueva perspectiva, conciliadora, reparadora y amorosa.

EL DOLOR ES INEVITABLE, PERO EL SUFRIMIENTO ES OPCIONAL

¿Quién no ha padecido dolor en algún momento de su vida? Seguramente todos podemos levantar la mano a esa pregunta y todos podemos explicar de alguna manera qué es en sí el dolor. Haber recibido un golpe, haber tenido fracturas de hueso, dolor muscular, dolor de cabeza intenso e incluso, sentir dolor profundo con la pérdida de algún ser querido. El dolor, en la mayor parte de los casos es determinado y abarca un periodo momentáneo de nuestras vidas. ¿Pero qué ocurre con ese dolor que perdura más de lo habitual o ya no hay pruebas médicas que demuestren el origen de ese dolor?

El síndrome llamado “dolor crónico” afecta al 20% de la población en la Unión Europea y sin embargo, la detección de éste es muy tardía. Se calcula que la persona que lo padece tarda más de dos años en acudir a un especialista y cuando éste acude los servicios sanitarios, tardan una media de 9 meses en diagnosticarlo; en el caso de España, unos cuatro meses más.

No estamos mentalmente preparados para recibir la noticia que nuestro dolor estará siempre con nosotros, que no tiene curación y que a partir de ahora vas a acarrearlo contigo allí donde vayas. Ese dolor que ha venido limitando tus actividades de la vida diaria (caminar, vestirte, ducharte, dormir, trabajar, etc.), que ha afectado tu estado de ánimo (irritabilidad, ánimo depresivo, desesperación, ansiedad, etc.) y que ha sobrepasado tu área individual afectando a tu entorno más inmediato: pareja, familia y amigos. No encontrarse bien propicia el aislamiento y la incomprensión del dolor y el alto nivel de malestar, una transformación de tu forma de ser y autoimagen. Una nueva persona centrada únicamente en su dolor y sufrimiento. Todo gira alrededor de eso bajo la creencia que no hay nada que hacer porque no hay curación. Y es cierto. No hay curación para ese dolor, pero ¿qué ocurre con nuestro sufrimiento?

Es importante poder distinguir, aunque difícil en momentos de tanta abrumación, el dolor del sufrimiento. El dolor es fisiológico (el cuerpo manda e indica que hay molestias) y, en cambio, el sufrimiento es la valoración psicológica de ese malestar, una emoción subjetiva. Ambos son desequilibrantes en nuestro bienestar, pero así como ante el dolor puede haber más o menos éxito en calmarlo, el sufrimiento sí está en nuestras manos. ¿Qué factores inciden a incrementar nuestro sufrimiento?, ¿qué nos permite estar mejor?, ¿cómo puedo canalizarlo para poder relativizar?, ¿qué actitud tomamos ante nuestra nueva situación? El sufrimiento psicológico y emocional es gestionable. Podemos hacer cosas para controlarlo y mejorar nuestra calidad de vida. No es un camino fácil, pero sabemos que es posible.

Si padecéis dolor crónico, desde el centro de terapia Kairós podemos ayudaros a diferenciar estos dos conceptos que están tan estrechamente relacionados e integrarlos de manera que os facilite vuestro día a día. Os queremos acompañar en este camino.

A LA DERIVA

¿Dónde estoy y hacia dónde voy? En alguna ocasión, todos hemos sentido que estábamos a bordo de un barco que iba a la deriva, sin un rumbo definido, a merced del mar y las olas. Más que capitán, un grumete a bordo. Es una experiencia muy común, y por eso nos referimos a ella de tantas maneras: perder el rumbo, no encontrar el norte, dejarse llevar, estar perdido, la inercia…

Pero, ¿qué hay detrás de todo eso?, ¿qué significado tiene?, ¿con qué se relaciona?

Echemos la vista atrás y pensemos en un bebé. En los primeros meses de vida, nuestra incipiente vida mental está gobernada por nuestras necesidades: aquellas faltas básicas que requieren una solución inmediata: comida, afecto, confort físico. Conforme crecemos, desarrollamos una motivación para satisfacer esas necesidades, y junto con la creciente capacidad de explorar el mundo y mentalizarlo, se nos abre un universo de posibilidades infinitas. Y aparecen los deseos, más elaborados que las necesidades anteriores y que no siempre responden a faltas inmediatas, sino que se dirigen a satisfacernos de maneras más complejas.

De la mano de los deseos aparece la voluntad, esa disposición cognitiva y emocional a conseguir el objeto de nuestro deseo. La fuerza que nos mantiene y guía en el camino hacia.
Cuanto más conscientes y conectados estemos con nuestras necesidades y deseos, más genuinos seremos, y más claro tendremos hacia dónde y para qué nos movemos. El sentimiento de ir a la deriva o encontrarse perdido viene de la desconexión o desconocimiento de nuestras necesidades y deseos. ¿Qué necesito en mi vida?, ¿qué deseo de mí?, ¿qué deseo para mí?

Las personas y sus recursos les ayudan a salir de esas crisis, pero no siempre es así, y esta situación se puede cronificar y provocar un malestar desbordante o dificultades en nuestras relaciones, trabajo… A veces uno no sabe por qué se siente así, por qué al pensar se bloquea, por qué la vida no tiene sentido…

En Kairós Barcelona ayudamos a las personas a entender su momento de crisis y desde ahí, a decidir qué quieren y qué no quieren. La persona consultante vuelve a dibujar un horizonte. ¿Qué necesito en este momento de mi vida?

RUMIACIONS I MEDITACIÓ

A continuació us presentem una coneguda història zen, que ens convida a la reflexió sobre la dinàmica de la nostra ment:

 

Dos monjos zen, Tanzan i Ekido, anaven de camí al monestir. No obstant això, el dia abans havia plogut i els camins estaven plens de fang. Quan van passar prop d’un petit poble, van trobar a una jove que vestia un esplèndid quimono daurat.

 

La jove intentava travessar un bassal d’aigua però estava paralitzada, pensant que si mullava el seu quimono, el podria arruïnar i la mare la reprendria durament.

 

Sense dubtar, Tanzan es va acostar a la jove per ajudar-la. La va carregar i la va portar sobre la seva esquena fins a l’altre costat del toll. Després, els dos monjos van continuar el camí.

 

Quan van arribar al monestir, Ekido, que s’havia mostrat inquiet durant la resta del viatge, li va retreure en to aspre al seu company:

 

– Per què has pres a aquesta jove en els teus braços? Saps bé que els nostres vots ens ho prohibeixen!

 

Tanzan no es va torbar, va mirar al seu company de viatge i li va respondre amb un somriure:

 

– Jo vaig carregar aquella jove fa algunes hores. Tu, al contrari, encara la portes sobre la teva esquena.

 

De ben segur que el què li passa a l’Ekido ho trobem familiar, i fins i tot ho hem viscut a les pròpies carns en més d’una ocasió.

I és que una de les tendències de la nostra ment és donar-li voltes i més voltes a les coses. En comptes d’implicar-nos en una situació, viure-la, tancar-la, i de nou romandre oberts a la següent situació que sobrevingui, ens quedem enganxats en una experiència concreta i particular, fent-nos preguntes i hipòtesi sobre què podria hauria passat si… que deuria haver passat si… o bé recriminant o renegant allò succeït.

Quan això ens passa, comença una rumiació d’allò més inútil, ja que la situació un cop esdevinguda, no pot ser canviada. No parlem de pensar sobre quelcom per crear nous continguts, sinó de romandre estancats en un punt. És un esforç del que no traurem cap resultat positiu; potser algun de negatiu, com pot ser perdre’ns noves experiències que ens esperen, o l’ofec a que ens condueix la culpabilitat i el càstig.

Les rumiacions són símptomes de que alguna cosa no marxa bé al nostre interior, i les trobem en molts trastorns mentals.

Fluir és l’oposat de rumiar. La fluïdesa significa no parar-se a les experiències més del que les experiències necessiten; significa agafar, viure-ho i deixar anar. No aferrar-se…

Quan fluïm vivim el moment present i ens situem a l’experiència; quan rumiem vivim en el passat i ens situem a la nostra ment.

Una pràctica que ens pot ajudar a deixar les rumiacions és la meditació, que es val de l’atenció plena per portar-nos al moment present i ben lluny del xivarri mental.

L’atenció plena o conscient només té un focus: decidim voluntàriament a què prestarem atenció, i a allò ens entreguem. No queda espai doncs per a rumiar sobre això o allò altre, ni tampoc es donen emocions com l’angoixa o la frustració que teníem associades.

Si aprenem a meditar, i regularment ho practiquem, primer uns minuts i amb el temps, estones llargues, mica en mica recobrarem el control de la nostra ment i podrem decidir a que dediquem els nostres recursos mentals i emocionals. Deixarem de ser portats, per començar a decidir més lliurement.

Un altre pas cap a l’autonomia i el benestar.

 

 

LOS LÍMITES ENTRE EL AMOR Y LA INDIVIDUALIDAD

Hoy quisiéramos compartir con vosotros algunas de las ideas que Walter Raso concibe del amor y que compartimos. Muchas veces nos hemos sentido extrañados por qué haciendo para el otro nos hemos podido sentir mal por los sacrificios, si es la persona que más amas. Cuando el “ser para el otro” impide el “ser para ti” o poder identificar en qué momentos estás cruzando límites de lo que es razonable para tu propia felicidad.

Tradicionalmente, hemos tenido la creencia profunda que para el amor hacia la otra persona vale cualquier cosa, incluso entregar nuestra propia vida. Bajo el paraguas de el “amor como sacrificio” o “la entrega incondicional hacia el otro” ha hecho que nuestro YO quede en segundo plano, sin escuchar las propias necesidades y olvidándonos de nuestros intereses. Hay momentos en que sí es necesario que nuestra individualidad quede resguardada, pero que se dé de manera crónica, obsesiva o bien desde una posición de poder (por debajo o por encima) es entrar en un juego de codependencia que puede ser muy perjudicial para la relación, y sobre todo, para uno mismo.

Walter Raso hace una reflexión en su libro y remarca la idea – que compartimos -, que adaptarse a una relación afectiva es acercarse al otro sin perder la propia esencia, sin dejar de quererse a uno mismo y esto implica una revolución personal al paradigma tradicional del culto al sacrificio irracional por un esquema nuevo de autorrespeto. Las creencias idealizadas sobre el amor que están arraigadas en nuestra sociedad como la de “si hay amor, no necesito nada más”, “el amor es eterno” y “el verdadero amor es incondicional” han hecho mucho daño, pues han provocado que se lleguen a tolerar barbaridades que entierran nuestra dignidad. Frente a este contexto se hace  difícil entablar una conversación con tu pareja para conocer realmente qué es lo que el otro necesita y llegar a un acuerdo y compromiso de cómo queráis que sea vuestra relación, pero es altamente recomendable para que sea auténticamente vuestra. Dar por sentado que estamos de acuerdo con lo culturalmente impuesto puede ser camino de muchos malentendidos y os desempodera. Al fin y al cabo, no hay una única combinación; hay tantas relaciones como parejas existen, todas son exclusivas y serán saludables si existe autorrespeto.

Este autor nos da pistas para cuestionarnos cuándo este “amor” descarrila nuestro sentido vital y nos aleja de nuestra esencia. Son tres situaciones muy obvias y sensatas que son difícilmente reconocibles cuando son violentadas: “Cuando no te quieren”, “Cuando tu realización personal se ve obstaculizada” y “Cuando se vulneran tus principios”.

Hay signos que nos hacen ver que esa persona ya no nos quiere: la falta de caricias, de deseo, ilusión e interés, que necesita menos de ti, que debes pedirle constantemente su acercamiento… Si no te quieren, tu amor no es negociable. A veces la esperanza, es la peor enemiga.

Por otro  lado, cuando tu pareja te impide la expansión satisfactoria de tus talentos personales, hace que no crezcas como persona. Un amor que exige que reprimas tus motivaciones para que funcione la relación no es amor, es esclavitud y esa persona no te quiere  suficiente.

Y finalmente, si vulneran tus valores y principios, es decir, si no respetan tu dignidad (ser valorado, respetado y honrado). Tiene que ver con la autonomía y autodeterminación. Debes aceptar que tu pareja no es más valiosa que tú en consideración y respeto. No aceptar convertirte en un instrumento de satisfacción ni objeto de nadie que actúas en función de sus permisos.

De vez en cuando es bueno preguntarse dónde te sitúas tú en cada uno de estos puntos para tomar conciencia y saber que es la propia persona quién decide qué límites le van a traspasar o no. No tengáis miedo a respetaros y a poner en cuestión creencias que han venido impuestas socialmente.

¡Un saludo y hasta  la próxima publicación!