
LA TRISTEZA
Os quisiéramos hablar sobre una emoción poco deseada porque nos hace estar en un estado desagradable, desanimado pero que es igual de importante que el resto de ellas: la tristeza.
Todas las emociones, tanto las positivas como las negativas, tienen una función porque son indicadores. Indicadores para uno mismo y para los demás, pues tienen funciones adaptativas y sociales. La función adaptativa hace referencia a la preparación de nuestro organismo, o sea, reconocer que estamos de una manera para poder poner en marcha una conducta compensatoria que nos permita mantenerla o hacer algo al respeto. A la vez, la expresión emocional (social) permite comunicar al resto cómo estamos y qué nos hace falta. Los otros pueden detectar qué necesitamos, siempre y cuando no reprimamos la expresión emocional, permitiendo así encontrar el apoyo en nuestra red social.
Tal y como dice Jan Anguita, la diferencia de la tristeza con el resto de sensaciones negativas con las que convivimos es la incertidumbre de qué nos quiere indicar. Nos hace sufrir porque no sabemos qué es. Tener hambre no es agradable pero sabemos cómo superarlo, o bien, cuando estamos muy fatigados y tenemos sueño, sabemos que cuando cojamos la cama y podamos dormir, esta sensación tan negativa y desagradable erradicará. ¿Pero qué nos indica la tristeza? Según este autor, y nosotros lo compartimos, nos indica que nos falta amor.
Y ahora os preguntaréis, ¿cómo puede ser que que nos falte amor sea algo útil, adaptativo o que hagamos de aceptar? Imaginaros que se nos muere un ser querido o nos sentimos tristes porque hemos discutido con nuestro mejor amigo. Sin la emoción de la tristeza, pasaríamos por la vida sin que nada nos importara. Tal como dice el poeta y escritor Mario Benedetti, “nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza”. La tristeza nos recoge a nosotros mismos, nos permite razonar con más claridad pudiendo así elaborar un duelo, reconociendo y aceptando que no hemos actuado bien y pedir perdón, así como entender que algo no nos hace suficiente bien y tomar decisiones como dejar a la pareja. La tristeza nos transporta a un estado analítico profundo y podemos pensar mejor, permitiendo en un futuro poder llegar a un estado de ánimo más positivo y feliz.
Por otro lado, aceptar no significa que tengamos que perpetuar-nos en este estado, sino entender por qué nos sentimos así y darle un nuevo significado a lo que podemos hacer. Detectar qué nos indica. La emoción tiene que ser funcional pero no patologizarla cronificándola. Es decir, permitirnos un tiempo de reflexión, de elaboración, de aceptación, de reencuentro con uno mismo de qué es lo que uno quiere, lo que no quiere y entender cómo prefiere uno vivir. Es en este punto donde la persona tiene que hacer cosas para suplir aquello que le falta: el amor. No buscándolo desesperadamente en el exterior ni en los demás, sino en uno mismo. Si nos falta amor, nosotros mismos podemos dárnoslo: cuidándonos y entendiendo la complejidad de estados por los cuales podemos pasar, sin caer en una desesperación o indefensión.
Desde Kairós, os podemos acompañar en este proceso individual de indagación de la propia emoción y enseñar técnicas para elaborar su significado para no quedarse atrapado en un malestar sin captar su funcionalidad.
Write a Comment